con mis labios,
con mi deseo de amarte
como un niño travieso
y sin disciplina.
Aprendí a adorarte
a pensar que te extraño por un día
o una noche
como un becerro en sacrificio
que ha arado en tu cuerpo.
Aprendí a tocarte con el sol
con la luna,
creyéndome que soy ese universo
o simplemente una estrella
que ha caído de tu luz.
Aprendía a amarte, a creerte,
a seguir soñando cuando aún
no se han serrado mis ojos
y tomo tinto
en lo cóncavo de tus manos...
Aprendí a morir a vivir
cuando llegaste
cuando te fuiste
cuando volví a ser yo
dentro de mí mismo.
Gustavo Teneche
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